El tiempo pasa impasible

Es curioso observar de forma objetiva el fenómeno de fin de año. De pronto millones de personas se concentran ante aparatos luminosos a una hora, que es distinta según la parte del mundo y esperan ansiosos a unos conocidos presentadores que como ellos, llevan años quedando a la misma hora en el mismo sitio con el mismo número de uvas (o lo que diga el lugar..). Y mientras los segundos pasan como en cualquier otro momento, ellos engullen a una velocidad imposible esas uvas, todos al mismo tiempo durante doce segundos. Transcurridos los cuales llegan las oleadas de besos y abrazos con la misma gente que has compartido la cena. Y unas "felicidades" muchas de ellas sin sentido.

Y los problemas siguen estando tras esos doce segundos. De pronto los niños del tercer mundo no abandonan su hambre. Las guerras no desaparecen, o quizás si, puede que en el campo de batalla también tengan absurdas tradiciones, quién sabe.

El caso es que estas imágenes me cargan, sin quererlo, de cierto pesimismo. Y cada vez es menos el sentido que les encuentro a ese "Feliz año nuevo". Porque las fechas no marcan nada. Es el tiempo el que pasa, pero el tiempo no entiende de números ni de fiestas. Él sigue su rumbo, impasible ante los peligros del camino. Y no podemos intentar contabilizarlo porque camina demasiado deprisa.

No pensaba tomar las uvas, pero he decidido darles una última oportunidad. Y en qué mala hora, pues al hacerlo me he dado cuenta de que he crecido. Si Peter Pan viniera a buscarme esta noche azul, que se extingan los soles. Que no descubra que he mentido. Que yo tampoco lo descubra. Que sea sólo por esta noche. Mañana comeré las uvas otra vez. Desearme suerte.

Se puede pensar, en estas fechas que ordenan nuestras necesidades, pensar que vamos a ser felices, no sólo en Navidad. Fuera sonrisas porque toca, fuera máscaras. No perdais el niño/a que llevais dentro.

“Feliz Año Nuevo .................................”